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miércoles, 9 de agosto de 2017

Nagasaki

El "hongo" sobre Nagasaki  11,02 hs del 09-08-1945

72 años hace ya, que a las 11,02 -hora local-, de un jueves 9 de agosto de 1945, un bombardero B-29 bautizado como “bockscar” arrojó sobre Nagasaki la bomba de plutonio “fat man”. Dificultades visuales obligaron a los pilotos a orientarse por radar, por lo que el proyectil lanzado en paracaídas se desvió, alcanzando al 45 % de la Ciudad japonesa, con víctimas estimadas en las 150.000, entre muertos y gravemente heridos.
Tres días antes, a las 8,15 del lunes 6, se había arrojado sobre Hiroshima, desde el bombardero “enola gay”, una bomba de uranio, bautizada como “little boy”. El cálculo es de entre 60 y 80 mil personas muertas instantáneamente, muchas de ellas, debido al calor, “simplemente desaparecieron”. Mucha más murieron posteriormente por afecciones irreversibles producto del envenenamiento por radiación.
Ninguna de las atrocidades de las guerras pueden justificarse. En el caso concreto de Hiroshima y Nagasaki, el imperio del Japón, tras meses de intensos bombardeos “convencionales” sobre más de sesenta de sus ciudades, y habiendo perdido su flota todo poder ofensivo, a fines de enero de aquel 1945 había expresado la intención de rendición, resguardando la posición del emperador Hirohito. El presidente norteamericano Franklin Delano Roosevelt rechazó toda posibilidad, pues tenían la intención de adelantarse a la Unión Soviética -que estaba pronta a iniciar un decisivo avance sobre la Manchuria ocupada por Japón-, dejando clara su posición de potencia indiscutida.
Tras enterarse del desastre de Hiroshima, el filósofo francés Albert Camus se expresó:
“El mundo es lo que es, es decir poca cosa. Lo sabe cada uno desde ayer gracias al fabuloso concierto que la radio, los diarios y las agencias de información acaban de desatar con respecto a la bomba atómica. Nos dicen, efectivamente, en medio de un montón de comentarios entusiastas que “cualquier ciudad de mediana importancia puede ser arrasada por una bomba del tamaño de una pelota de futbol”. Periódicos estadounidenses, ingleses y franceses se explayan en disertaciones elegantes sobre el futuro, el pasado, los inventores, el costo, la vocación pacífica y los efectos bélicos, las consecuencias políticas y hasta el carácter independiente de la bomba atómica. Vamos a resumirnos en una frase: la civilización mecánica acaba de alcanzar su último grado de salvajismo. Habrá que elegir, en un futuro más o menos cercano, entre el suicidio colectivo o la utilización inteligente de las conquistas científicas.
Mientras tanto, está permitido pensar que hay una cierta indecencia en celebrar así un descubrimiento, que primero se pone al servicio de la ira de destrucción más increíble de que haya sido prueba el hombre en siglos. Que en un mundo librado a todos los destrozos de la violencia, incapaz de ningún control, indiferente a la justicia y a la simple felicidad de los hombres, la ciencia se consagre al asesinato organizado, nadie sin duda podrá siquiera asombrarse, a menos que sostenga un idealismo impenitente. …”.

 
Ginkgo, árbol "portador de la esperanza", sobrevivió la bomba sobre Hiroshima