El "hongo" sobre Nagasaki 11,02 hs del 09-08-1945
72 años hace ya, que a
las 11,02 -hora local-, de un jueves 9 de agosto de 1945, un bombardero B-29
bautizado como “bockscar” arrojó sobre Nagasaki la bomba de plutonio “fat man”.
Dificultades visuales obligaron a los pilotos a orientarse por radar, por lo
que el proyectil lanzado en paracaídas se desvió, alcanzando al 45 % de la
Ciudad japonesa, con víctimas estimadas en las 150.000, entre muertos y
gravemente heridos.
Tres días antes, a las
8,15 del lunes 6, se había arrojado sobre Hiroshima, desde el bombardero “enola
gay”, una bomba de uranio, bautizada como “little boy”. El cálculo es de entre
60 y 80 mil personas muertas instantáneamente, muchas de ellas, debido al
calor, “simplemente desaparecieron”. Mucha más murieron posteriormente por
afecciones irreversibles producto del envenenamiento por radiación.
Ninguna de las
atrocidades de las guerras pueden justificarse. En el caso concreto de
Hiroshima y Nagasaki, el imperio del Japón, tras meses de intensos bombardeos “convencionales”
sobre más de sesenta de sus ciudades, y habiendo perdido su flota todo poder
ofensivo, a fines de enero de aquel 1945 había expresado la intención de
rendición, resguardando la posición del emperador Hirohito. El presidente
norteamericano Franklin Delano Roosevelt rechazó toda posibilidad, pues tenían
la intención de adelantarse a la Unión Soviética -que estaba pronta a iniciar un
decisivo avance sobre la Manchuria ocupada por Japón-, dejando clara su
posición de potencia indiscutida.
Tras enterarse del
desastre de Hiroshima, el filósofo francés Albert Camus se expresó:
“El mundo es lo que es,
es decir poca cosa. Lo sabe cada uno desde ayer gracias al fabuloso concierto
que la radio, los diarios y las agencias de información acaban de desatar con
respecto a la bomba atómica. Nos dicen, efectivamente, en medio de un montón de
comentarios entusiastas que “cualquier ciudad de mediana importancia puede ser
arrasada por una bomba del tamaño de una pelota de futbol”. Periódicos
estadounidenses, ingleses y franceses se explayan en disertaciones elegantes
sobre el futuro, el pasado, los inventores, el costo, la vocación pacífica y
los efectos bélicos, las consecuencias políticas y hasta el carácter
independiente de la bomba atómica. Vamos a resumirnos en una frase: la
civilización mecánica acaba de alcanzar su último grado de salvajismo. Habrá
que elegir, en un futuro más o menos cercano, entre el suicidio colectivo o la
utilización inteligente de las conquistas científicas.
Mientras tanto, está
permitido pensar que hay una cierta indecencia en celebrar así un
descubrimiento, que primero se pone al servicio de la ira de destrucción más increíble
de que haya sido prueba el hombre en siglos. Que en un mundo librado a todos
los destrozos de la violencia, incapaz de ningún control, indiferente a la
justicia y a la simple felicidad de los hombres, la ciencia se consagre al
asesinato organizado, nadie sin duda podrá siquiera asombrarse, a menos que
sostenga un idealismo impenitente. …”.
Ginkgo, árbol "portador de la esperanza", sobrevivió la bomba sobre Hiroshima