domingo, 26 de febrero de 2017

Masones en las LETRAS ARGENTINAS

Son mucho los Hermanos masones que han contribuido, desde las letras, a la cultura nacional. En homenaje a todos, una selección de obras de algunos de ellos.


Esteban ECHEVERRÍA (Buenos Aires, Virreinato del Río de la Plata, 2 de septiembre de 1805 - Montevideo, Uruguay, 19 de enero de 1851) fue el escritor y poeta que introdujo el romanticismo a nuestro país.



La ausencia
Fuese el hechizo
del alma mía,
y mi alegría
se fue también:
en un instante
todo he perdido,
¿dónde te has ido
mi amado bien?

Cubrióse todo
de oscuro velo,
el bello cielo,
que me alumbró;
y el astro hermoso
de mi destino,
en su camino
se oscureció.

Perdió su hechizo
la melodía,
que apetecía
mi corazón.
Fúnebre canto
sólo serena
la esquiva pena
de mi pasión.

Doquiera llevo
mis tristes ojos,
hallo despojos
del dulce amor;
doquier vestigios
de fugaz gloria,
cuya memoria
me da dolor.

Vuelve a mis brazos
querido dueño,
sol halagüeño
me alumbrará;
vuelve tu vista,
que todo alegra,
mi noche negra disipará.

José MÁRMOL  (Buenos Aires, 2 de diciembre de 1817 – íd., agosto de 1871) Poeta, narrador, periodista y político argentino perteneciente al romanticismo.
Esquicio del vuelo 

Voy a dibujar un pájaro que es su mismo vuelo,
 y un vuelo que aún no tiene pájaro.
Vuelo que se crea con su pájaro,
pájaro agotado en los tonos de su vuelo.
No voy a dibujar un pájaro volando,
 sino al mismo vuelo dibujándose.
Y en mi turno de sentirme dios,
voy a crear un himno para el viento y la memoria.





José HERNÁNDEZ (10 de noviembre de 1834 - 21 de octubre de 1886) Autor del Martín Fierro, obra máxima de la literatura gauchesca. En su homenaje, el 10 de noviembre —aniversario de su nacimiento— se festeja en la Argentina el Día de la Tradición.

Martín Fierro – Cantor y Gaucho

Aquí me pongo a cantar 

Al compás de la vigüela, 
Que el hombre que lo desvela
Una pena estraordinaria
Como la ave solitaria
Con el cantar se consuela.
Pido a los Santos del Cielo
Que ayuden mi pensamiento;
Les pido en este momento
Que voy a cantar mi historia
Me refresquen la memoria
Y aclaren mi entendimiento.

Vengan Santos milagrosos, 
Vengan todos en mi ayuda,
Que la lengua se me añuda
Y se me turba la vista;
Pido a Dios que me asista
En una ocasión tan ruda.
Yo he visto muchos cantores,
Con famas bien obtenidas,
Y que después de adquiridas
No las quieren sustentar
Parece que sin largar
se cansaron en partidas

Mas ande otro criollo pasa
Martín Fierro ha de pasar;
nada lo hace recular
ni los fantasmas lo espantan,
y dende que todos cantan
yo también quiero cantar.

Cantando me he de morir
Cantando me han de enterrar,
Y cantando he de llegar
Al pie del eterno padre:
Dende el vientre de mi madre
Vine a este mundo a cantar. 



Olegario Víctor ANDRADE (Alegrete, Brasil, 6 de marzo de 1839 – Buenos Aires, Argentina, 30 de octubre de 1882 – Huérfano, fue protegido de Don Justo José de Urquiza).

El astro herrante

Yo era el astro que erraba en el espacio
Al azar de los vientos de la vida,
Y tú fuiste la estrella misteriosa
Que me brindó su lumbre bendecida.

Sin ti, la eterna noche me rodeara
Como al astro maldito del vacío,
Y mi vida sin ti se consumiera
En perpetuo y estéril desvarío.

Tú me diste la fe que me faltaba,
Me calentó la luz de tu mirada,
¡Y esa luz, que me envidian los extraños,
Es la luz de tu amor, es luz prestada!

Miguel CANÉ (Montevideo, 27 de enero de 1851 – Buenos Aires, 5 de septiembre de 1905), una de las plumas más representativas de la Generación del 80 de la Literatura argentina. En éste poema, Romance de la Niña Negra, nos permite reflexionar sobre la discriminación y cómo Dios premia con lo mejor a aquellos que han sido olvidados o despreciados por no ser iguales a la mayoría.


Romance de la niña negra
Toda vestida de blanco,
almidonada y compuesta,
en la puerta de su casa
estaba la niña negra.
Un erguido moño blanco
decoraba su cabeza;
collares de cuentas rojas
al cuello le daban vueltas.
Las otras niñas del barrio
jugaban en la vereda;
las otras niñas del barrio
nunca jugaban con ella.
Toda vestida de blanco
almidonada y compuesta,
en un silencio sin lágrimas,
lloraba la niña negra.

Toda vestida de blanco,
almidonada y compuesta,
en su féretro de pino
reposa la niña negra.
A la presencia de Dios,
un ángel blanco la lleva;
la niña negra no sabe
si ha de estar triste o contenta.
Dios la mira dulcemente,
le acaricia la cabeza
y un lindo par de alas blancas
a sus espaldas sujeta.
Los dientes de mazamorra
brillan a la niña negra,
Dios llama a todos los ángeles
y dice: “¡Jugad con ella!”.


Joaquín CASTELLANOS (Salta, abril de 1861 - Buenos Aires, septiembre de 1932).


El Temulento (El Borracho)
Ya van tres noches de festín. En ellas
ávido el corazón de un algo inmenso,
toda una vida en el placer condenso
y aún tengo hambre de placer y amor!

Quiero beber mi juventud de un sorbo
Del goce en la frenética locura
Como en el ansia de la sed se apura
Una copa repleta de licor!

Afluye a mi cerebro en onda cálida
la sangre haciendo estremecer el pulso,
y vacilante, trémulo, convulso,
con nerviosa inquietud,
siento que el aire a mis pulmones falta;
mi pecho en sorda agitación palpita
y el golpe seco al retumbar imita
del martillo clavando el ataúd!

Corra el deleite para mí a raudales;
más que la tempestad, temo la calma;
tormentas de placer sacudan mi alma
que harto conoce ya las del pesar!
Dadme el ardor de las pasiones locas,
dadme un edén de tropicales flores;
quiero aturdirme en frenesí de amores
y en un salvaje vértigo gozar!

Yo antes amé la vida del desierto
A donde libre el corazón se expande,
A donde el hombre, inculto pero grande,
Parece dominar la inmensidad;
¡Ah! Yo envidiaba al hijo de la Pampa,
Al rey de la llanura primitiva
Cuando tenía en su extensión nativa
Por único rival la tempestad!

Hoy busco las ciudades; hoy prefiero
la sucia fonda que con luz mezquina
amarillenta lámpara ilumina,
a un paisaje bellísimo con sol;
la taberna es mi hogar; en este sitio
donde se goza porque en el se olvida
vengo a tomar venganza de la vida
usando como un arma el alcohol!

Aquí llegan los náufragos del mundo;
aquí en la pobre y mísera taberna
el pueblo alivia la tristeza eterna
de un dolor cuyo fondo nadie ve;
este es el sitio, la fatal guarida
en donde a unos la miseria lanza,
a otros un amor sin esperanzas
y a muchos como a mí... yo no se qué.

Irresistible vértigo... conozco
un hombre de alto ingenio, allí perdido;
ebrios los padres de su padre han sido
su padre y sus hermanos ebrios son;
los tristes frutos de su amor, los rasgos
de esa fatal herencia llevan fijos
y ebrios serán los hijos de sus hijos,
¡ay! hasta la postrer generación!

Yo he visto en frente a la taberna el cuerpo
de un joven bello de gallardo talle
que un día sobre el cieno de la calle,
entre un charco de sangre amaneció;
nadie sabe su historia ni su nombre
no tuvo quien lo asista, moribundo;
su último y doloroso ¡adiós!
al mundo nadie lo oyó!

Eso me espera a mí... pero bebamos
Adentro mis gozosos camaradas
bailando con mujeres alquiladas
se agitan al compás de un acordeón.
Allí en un charco de licor, un ebrio
resbala y cae...; palmotea y mofa...
tumbado en tierra impreca y filosofa;
he ahí al hombre, al rey de la creación!



Belisario  ROLDAN (Buenos Aires, 16 de septiembre de 1873 - Alta Gracia, provincia de Córdoba, 17 de agosto de 1922)

¡Caballito criollo que de puro heroico
se alejó una tarde de bajo su ombú,
y en alas de extraños afanes de gloria
se trepó a los Andes y se fue al Perú!









Caballito Criollo
-¡Caballito criollo del galope corto,
del aliento largo y el instinto fiel,
caballito criollo que fue como un asta
para la bandera que anduvo sobre él!

¡Caballito criollo que de puro heroico
se alejó una tarde de bajo su ombú,
y en alas de extraños afanes de gloria
se trepó a los Andes y se fue al Perú!



¡Se alzará algún día, caballito criollo, 
sobre una eminencia un overo en pie;
y estará tallada su figura en bronce,
caballito criollo que pasó y se fue!


Leopoldo LUGONES (Villa de María del Río Seco, Córdoba, 13 de junio de 1874 - Tigre, Buenos Aires, 18 de febrero de 1938).
¿Por que, Señor?

Señor, si llenas cada hora
de fresca vida renovada;
si vistes de rosa la aurora
y de púrpura la granada;

y en estéril vida senil
dejas la savia que florezca;
que aliente el tigre en su cubil
y en su red la araña se mezca:

¿por qué no diste la ventura
a su pecho lleno de amor?
¿Por qué la divina escultura
tan presto se rompe, Señor?
¿Era ella menos tu criatura
que la más diminuta flor?  


Evaristo CARRIEGO
(Paraná, provincia de Entre Ríos, Argentina, 7 de mayo de 1883 - Buenos Aires el 13 de octubre de 1912).


La silla que ahora nadie ocupa
Con la vista clavada sobre la copa
se halla abstraído el padre desde hace rato,
pocos momentos hace rechazó el plato
del cual apenas quiso probar la sopa.

De tiempo en tiempo, casi furtivamente,
llega en silencio alguna que otra mirada
hasta la vieja silla desocupada,
que alguien, de olvidadizo, colocó enfrente.
Y, mientras se ensombrecen todas las caras,
cesa de pronto el ruido de las cucharas
porque insistentemente, como empujado
por esa idea fija, que no se va,
el menor de los chicos ha preguntado
cuándo será el regreso de la mamá.

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