Manuel Belgrano (Nació en Buenos Aires,
entonces Virreinato del Perú, Imperio español, el 3 de junio
de 1770
- Murió en Buenos Aires, siendo ya las Provincias Unidas del Río de la Plata,
20 de junio
de 1820).
Su nombre completo fue el de Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano
y González.
Estudió en el Real Colegio de San Carlos (antecedente
del actual Colegio Nacional de Buenos Aires). Entre
1786 y 1793 estudió Derecho en las universidades españolas de Salamanca y Valladolid, donde se graduó como Bachiller
en Leyes, con medalla de oro, a los 18 años de edad en la Chancillería de Valladolid, dedicando
especial atención a la economía política. Por tal motivo, fue el
primer presidente de la Academia de Práctica Forense y Economía Política en Salamanca. Su destacado desempeño
le forjó un prestigio tal el Papa
Pío VI
le concedió autorización para leer toda clase de literatura
prohibida, aún obras consideradas heréticas. De esta manera tuvo
acceso a los libros de Montesquieu, Jean-Jacques Rousseau y Filangieri;
así como pudo imbuirse de las tesis fisiocráticas
de François Quesnay. También leyó a los escritores
españoles de tendencia ilustrada, como Gaspar Melchor de Jovellanos y Pedro Rodríguez de Campomanes, su maestro.
Siguió los acontecimientos de la Revolución Francesa de 1789, que le influyeron
hasta el punto de hacerle adoptar, como a José Fransico de San Martín, el ideario
revolucionario de finales del siglo xviii. A partir del mismo, ambos
orientaron su desempeño en la vida política hacia las necesidades fundamentales
de todo pueblo: soberanía política, económica y posesión de los territorios que
explotan a partir del trabajo. Tanto Belgrano como San Martín fueron firmes
creyentes en el desarrollo a partir de las industrias, la producción y el
comercio de bienes dentro de un marco justo que beneficie a la Patria y el
pueblo en su conjunto.
El 2 de junio de 1794 fue nombrado Secretario
"Perpetuo" del Consulado de Comercio de Buenos Aires,
por lo que unos meses después regresó a Buenos Aires, ejerciendo la función
hasta poco antes de Mayo de 1810. En dicho cargo se ocupaba de la
administración de justicia en pleitos mercantiles
y de fomentar la agricultura, la industria
y el comercio.
Al no tener libertad para realizar grandes modificaciones en otras áreas de la
economía, pues mantuvo permanente conflicto con los vocales del Consulado –pues
todos ellos eran grandes comerciantes con intereses en el comercio monopólico
con Cádiz-,
concentró gran parte de sus esfuerzos en impulsar la educación. Su maestro Campomanes le
había enseñado que la auténtica riqueza de los pueblos se hallaba en su
inteligencia y que el verdadero fomento de la industria se encontraba en la
educación.
Fundó la Escuela de Náutica y la Academia de Geometría y Dibujo, y por su
iniciativa se editó el primer periódico
de Buenos Aires, el Telégrafo Mercantil, dirigido por Francisco Cabello y Mesa, el que dejó de
aparecer en octubre de 1802,
tras tirar unos doscientos números, por problemas con las autoridades
virreinales que veían con malos ojos las críticas y el estilo desenfadado de
las sátiras
de costumbres. Colaboró en el Semanario de
Agricultura, Comercio e Industria, dirigido por Hipólito Vieytes. Allí explicaba sus ideas
económicas: promover la industria para exportar lo superfluo, previa
manufacturación; importar materias primas para manufacturarlas; no importar lo
que se pudiese producir en el país ni mercaderías de lujo; importar solamente
mercaderías imprescindibles; reexportar mercaderías extranjeras; y poseer una marina mercante.
Participó en la defensa de Buenos Aires,
capital del Virreinato del Río de la Plata, en las dos
Invasiones Inglesas —1806 y 1807— y promovió la
emancipación de Hispanoamérica respecto de España
impulsando la Revolución de Mayo que destituyó al virrey
Baltasar Hidalgo de Cisneros y creó la Primera Junta,
que reemplazó al gobierno y que integró como vocal.
A fines de 1810 se le confía la Jefatura de la expedición militar que la
junta de Buenos Aires envió al Paraguay. El 30 de diciembre de 1810 redactó el Reglamento
para el régimen político y administrativo y reforma de los 30 pueblos de las
Misiones, cuerpo legislativo de treinta artículos que Juan Bautista Alberdi
utilizó posteriormente como una de las bases de la Constitución Nacional de
1853. Fue también jefe de una de las Expediciones Libertadoras a la Banda
Oriental. En 1812 creó la bandera de Argentina en la actual ciudad de Rosario. Como general del Ejército del
Norte, tuvo a su cargo la Segunda Campaña Auxiliadora al Alto
Perú, dirigiendo el Éxodo Jujeño
y comandando las victorias de los revolucionarios en la batalla de Tucumán y en la de Salta
Entre 1814
y 1815 Manuel
Belgrano viajó con riesgo para su vida, tanto por estar enfermo como por ser
considerado un súbdito rebelde, para negociar el reconocimiento de la
independencia de las Provincias Unidas ante las potencias europeas, aunque sin
obtener resultados. Durante su viaje como diplomático observó la hostilidad de
casi todos los gobiernos europeos de entonces hacia las repúblicas
y las democracias,
ya que la restauración absolutista de la Santa Alianza
se había impuesto en Europa.
El 6 de julio de 1816
Belgrano expuso ante los diputados del Congreso de Tucumán sobre la
conveniencia de instaurar una monarquía de tipo parlamentario, que obtuviese
las simpatías y el reconocimiento de las potencias europeas, y proponía
instaurar en el trono a los descendientes de los Incas, pues en Buenos
Aires se encontraba Juan Bautista Túpac Amaru, único hermano
sobreviviente conocido del inca
Túpac Amaru II. Su propuesta fue ridiculizada
por sus contemporáneos que apoyaban la formación de una república. Sin embargo,
obedecía a un inteligente cálculo por parte de Belgrano: la oferta de la corona
a los Incas buscaba atraer la adhesión de parte de las poblaciones incas de las
actuales zonas andinas de Bolivia, Perú y Ecuador
al movimiento emancipatorio que se gestaba desde Las Provincias Unidas de Sud.
Seriamente enfermo de hidropesía,
Manuel Belgrano muere el 20 de junio de 1820,
en plena anarquía política, fecha recordada como el “Día de los tres gobernadores”, pues se
desataba una crisis en el gobierno ejecutivo de la Provincia, esto ayudó a que
su fallecimiento pasara casi inadvertido, pues el único diario que publicó la
noticia fue "El Despertador Teofilantrópico", que era redactado por
el fraile
franciscano
Francisco de Paula Castañeda. En sus
últimos años fue atendido, hasta el momento de su muerte, por el galeno que le confiara el mismo Juan
Martín de Güemes, el escocés Joseph Redhead. Al no poder pagarle por sus
servicios Belgrano quiso darle un reloj de bolsillo con cadena, de oro y
esmalte, que el rey Jorge III de Inglaterra le obsequiara;
ante la negativa del galeno a cobrarle, Belgrano tomó su mano y puso el reloj
dentro de ella agradeciéndole por sus servicios. Murió en la pobreza, a pesar
de que su familia había sido una de las más acaudaladas del Río de La Plata
antes de que Belgrano se comprometiera con la causa de la independencia. Cumpliendo
con su última voluntad, su cadáver fue amortajado con el hábito de los dominicos tal como era costumbre entre los terciarios dominicos, de los que formaba
parte y fue trasladado desde la casa paterna en la que murió -actual Avenida Belgrano Nº 430- al Convento de Santo Domingo,
recibiendo sepultura en un atrio. El mármol de una cómoda de su casa sirvió de
lápida para identificarlo.
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