miércoles, 22 de enero de 2020

Caridad


Caridad

La Masonería se define como una institución iniciática, filosófica, educativa, benéfica y filantrópica; que reconoce la existencia del “Gran Arquitecto del Universo”. No puede extrañar, por lo tanto, que la caridad sea una de las virtudes que inveteradamente en ella se ejercita.
Como entendemos la caridad. En el Antiguo Testamento –Levítico 19:10- se instruye: “No tomareis las ramas no crecidas de tu viñedos ni recogeréis el fruto caído de vuestros viñedos; al pobre y al prosélito (converso) se lo dejareis. Yo soy el Eterno, vuestro Di-s”.
Más adelante, en Deuteronomio 15:7/8 podemos leer: “Si en la Tierra que te da El Eterno, tu Dios, hubiese una persona indigente entre vosotros, cualquiera de tus hermanos en cualquiera de tus ciudades, no endurecerás tu corazón ni cerrarás tu mano a tu hermano indigente. Sino que le abrirás tu mano; le prestarás lo que te pida, cualquier cosa que le falte.”.
Pero explica el Rabino Yanki Tauber que “Cuando el judío contribuye al necesitado, no está siendo generoso, está siendo justo. … En vez de caridad, el judío da tzedaka.” Tzedaká es una palabra hebrea que significa solidaridad. Tiene su raíz en la palabra tzedek, justicia. Así, Tzedaká significa Justicia y Solidaridad. Es la restitución del derecho de un semejante a vivir con dignidad. Dice Tauber: “Cuando el judío contribuye con su dinero, tiempo y recursos al necesitado, no está siendo benévolo, generoso o caritativo. Él está haciendo lo que es correcto y justo.
Nos alecciona éste Rabino: “Di-s podría asignar porciones iguales de Su mundo a todos sus habitantes. Pero entonces el mundo no sería nada más que un exhibición de las energías creativas de Di-s, predecible como un juego de computadora y estático como una exhibición de museo. Di-s deseó un mundo dinámico en el cual el hombre es también un creador y abastecedor. Un mundo en el cual los controles, se han entregado hasta cierto punto a los seres que tienen la energía de elegir entre satisfacer o renunciar a su papel. Así la ley judía requiere que cada individuo de tzedaka - incluso si uno mismo es sostenido por la tzedaka de otros. Si el propósito de la tzedaka fuera simplemente rectificar la distribución desigual de abundancia entre ricos y pobres, esta ley no tendría ningún sentido. Tzedaka, sin embargo, es mucho más que eso: es la oportunidad concedida a cada persona para sentirse un "socio con Di-s en la Creación.".
Según el relato del maestro Kórnel Zoltán Méhész, el escultor C. Cecilio Tuditano recomendaba a su amigo Cayo Sempronio Atilio –Procónsul de Bythinia (región en Turquía)-, “Nunca debes seguir el lema de los pobres ricos: ¡Vales tanto cuanto tienes!. Esto sólo sembrará en ti la ambición, el lujo, el orgullo, que sirven sólo para el teatro, y te llevará a la falsa altura de quien se asombra a sí mismo. Tu mote Sempronio sea siempre: Da si quieres que te den, y tienes que dar en el momento necesario, pues un sestercio dado en determinado momento, produce un mayor bien que todo el dinero que se hubiese dado a manos llenas, pero con demora.”.
Es así como debemos interpretar la caridad, su ejercicio es consecuencia de la aptitud de empatía con el prójimo.
En un tiempo difícil de la historia reciente de nuestra Nación argentina, el entonces Cardenal Jorge Mario Bergoglio -S.J.-, nos recordaba la parábola del Buen Samaritano (en su Homilía en ocasión del Tedeum celebrado en la Catedral de Buenos Aires el 15-05-2003). Leemos en Lucas 10:25-37: “En esto se presentó un experto en la ley y, para poner a prueba a Jesús, le hizo esta pregunta: —Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?. Jesús replicó: —¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo la interpretas tú?.  Como respuesta el hombre citó: —“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser, con todas tus fuerzas y con toda tu mente”, y: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. —Bien contestado —le dijo Jesús—. Haz eso y vivirás. Pero él quería justificarse, así que le preguntó a Jesús: —¿Y quién es mi prójimo?. Jesús respondió: —Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de unos ladrones. Le quitaron la ropa, lo golpearon y se fueron, dejándolo medio muerto.  Resulta que viajaba por el mismo camino un sacerdote quien, al verlo, se desvió y siguió de largo.  Así también llegó a aquel lugar un levita y, al verlo, se desvió y siguió de largo.  Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba el hombre y, viéndolo, se compadeció de él.  Se acercó, le curó las heridas con vino y aceite, y se las vendó. Luego lo montó sobre su propia cabalgadura, lo llevó a un alojamiento y lo cuidó.  Al día siguiente, sacó dos monedas de plata y se las dio al dueño del alojamiento. “Cuídemelo —le dijo—, y lo que gaste usted de más, se lo pagaré cuando yo vuelva”.  ¿Cuál de estos tres piensas que demostró ser el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?. —El que se compadeció de él —contestó el experto en la ley. —Anda entonces y haz tú lo mismo —concluyó Jesús.
     



 Enseñó Aristóteles (384-322, a. de C.), que "El hombre es un ser social por naturaleza", pues nacemos con la característica social y la vamos desarrollando a lo largo de nuestra vida, ya que necesitamos de los otros para sobrevivir. Si reconocemos esto, debemos acordar asimismo la necesidad de empatía, lo que nos lleva, como lógica consecuencia, al ejercicio constante de la caridad como característica propia de nuestra humanidad. 
  


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